En un momento dado, no podía mantenerse en pie sin ayuda; pesaba más de 300 kg y vivía reclusa, dependiendo de su hijo incluso para las tareas más sencillas. Pero Pauline Potter (la mujer más obesa del mundo) no se rindió. Lo que esta mujer ha logrado inspira respeto y su historia es un mensaje de esperanza para todos aquellos que luchan contra la obesidad.
Cuando un registro se convierte en un detonante
En 2012, Pauline Potter entró en el Libro Guinness de los Récords como la mujer viva más obesa del mundo. Un reconocimiento que ella nunca vio como un honor, sino como una señal de advertencia. En ese momento pesaba más de 317 kilos.
“Antes me gustaba tener curvas, pero terminé perdiendo el control”, dice. Su vida cotidiana se había convertido en una auténtica carrera de obstáculos: la imposibilidad de levantarse sola, una ducha prescrita por un médico, un cuidado minucioso para evitar infecciones en los pliegues de la piel… y sobre todo, una profunda soledad.
Una conciencia dolorosa pero saludable
Su historia comienza como la de muchas mujeres: un encuentro online, un matrimonio rápido y una forma de autoaceptación mezclada con dependencia emocional. Su marido la amaba tal como era… lo que contribuyó a que siguiera aumentando de peso. Después de su separación, se encontró sola con su hijo Dillon, quien se convirtió en su principal apoyo.
Pero a pesar de las pruebas, Pauline conserva una chispa de esperanza. Cuando decidió participar en el programa “Mi vida con 300 kg”, fue para salvarse. Ella no busca la fama sino una salida.
Un viaje exigente junto al Dr. Nowzaradan
Fue con el famoso cirujano estadounidense-iraní Dr. Nowzaradan que Pauline comenzó su metamorfosis. Mucho más que un médico, se convierte en un referente para ella en su reconstrucción. No le promete milagros, sólo resultados a cambio de rigor y perseverancia.
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