Embarazada por primera vez a los 29 años, experimenté todas las emociones de una mujer a punto de ser madre: anticipación, nerviosismo y alegría. Durante nueve meses, estuve rodeada del amor de mi esposo y mi familia, pero no pude evitar soportar incontables noches de insomnio, atormentada por una figura del pasado. Productos para la maternidad: Los mejores regalos para tus seres queridos.
Esa figura era Arjun, mi primer amor, que duró cinco años y terminó abruptamente con una breve despedida. Desapareció de mi vida sin explicación, dejando un profundo dolor en mi corazón.
Me tomó muchos años sanar antes de abrirme al amor de mi esposo Rohit. Sin embargo, en el fondo, la pregunta “¿Por qué te fuiste ese día?” seguía clavada en mi alma, imposible de eliminar.
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El día que ingresé en un hospital de Bombay para dar a luz, llovía a cántaros. Las contracciones me dejaron exhausta, dolorida y temerosa. Apreté la mano de Rohit con fuerza, aunque el sudor y las lágrimas me nublaban la vista. Mientras la enfermera empujaba la camilla hacia la sala de partos, de repente vi un perfil familiar en el pasillo. Me dio un vuelco el corazón. Era Arjun. Después de incontables años, lo reencontré en ese frágil espacio entre la vida y la muerte.
Llevaba una bata blanca, la expresión apresurada de un médico de guardia. Pensé que era una alucinación de dolor, pero cuando su mirada se cruzó con la mía, la incredulidad fue evidente. Hizo una rápida reverencia y siguió al equipo a la sala de partos. En ese instante, comprendí: el destino me había traído de vuelta para enfrentarme a una verdad oculta durante tanto tiempo.
Las contracciones se intensificaron. Entre los pitidos constantes del monitor y el tono apremiante de la enfermera, oí a Arjun susurrar:
—Sé fuerte, lo lograrás.
Una frase sencilla, pero me transportó a años atrás. Una vez me tomó de la mano antes de un examen importante y me dijo: «Puedes lograrlo». Las lágrimas se derramaron, agitadas tanto por la agonía como por el recuerdo.
Por fin, mi hija lloró por primera vez. Mientras la recostaba contra mi pecho, vi a Arjun secándose el sudor de la frente en silencio; sus ojos brillaban de alegría mezclada con una tristeza no expresada.
Más tarde, mientras descansaba, Rohit y su familia salieron a hacer trámites. Arjun se acercó y dijo con voz temblorosa: «Paquetes de vacaciones familiares.
— Te debo la verdad».
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