“Ochenta Otoños Juntos”
Era el otoño de 1945. La guerra acababa de terminar y el mundo comenzaba a respirar de nuevo. Entre escombros y ruinas, en un tranquilo pueblo enclavado entre árboles dorados y vientos susurrantes, un joven llamado Henry caminaba por el parque, con las botas rozando el sendero de grava. Sentía un gran pesar por lo que había visto, pero en el bolsillo llevaba una carta que lo había mantenido en pie: una carta de una chica llamada Margaret.
Se habían conocido brevemente antes de que él fuera destinado. Solo unas miradas, una sonrisa compartida y un baile en el ayuntamiento. Pero en ese breve instante, algo surgió. Él le había escrito cada vez que podía, y para su sorpresa, ella le respondía, cada carta más tierna que la anterior.
Ese día en el parque, al acercarse al banco de madera bajo el viejo roble, la vio. Su vestido de flores se mecía suavemente con el viento. Ella se giró, con una sonrisa igual a la que él recordaba, suave y sincera, como si la guerra y el tiempo no la hubieran afectado en absoluto. Corrió hacia ella, no como un soldado que regresa de la batalla, sino como un hombre que finalmente regresa a casa.
Se sentaron durante horas, hablando, riendo, llorando. Y bajo ese mismo árbol, un año después, se arrodilló con un pequeño anillo desgastado y le pidió que fuera suya para siempre.
Las Estaciones del Amor
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