A los 56 años, la mujer se enteró de que estaba embarazada. Nadie podría imaginar que a esa edad una mujer pudiera recibir semejante noticia. Pero varias pruebas seguidas mostraron lo mismo: dos líneas brillantes. Lloró de felicidad y no podía creer lo que estaba sucediendo.
“Esto es un milagro”, pensó.
Toda su vida había soñado con tener un hijo, pero el destino había decidido lo contrario: muchos años de infertilidad, decepciones, médicos que simplemente agitaban las manos y decían: “Acéptalo”. Y de repente, la esperanza.

Su vientre creció, sus movimientos se hicieron más pesados. Sus familiares la observaban con cautela: los médicos le advirtieron que dar a luz a su edad era un riesgo. Pero ella ignoró sus palabras:
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