Amara Johnson, de doce años, jamás imaginó que sería ella quien salvaría la vida de un hombre durante un vuelo de Atlanta a Nueva York. Viajaba sola por primera vez, abrazando su mochila y las palabras de su madre:
“Sé valiente, cariño. Eres más fuerte de lo que crees.”
A mitad del vuelo, el caos estalló en primera clase.
Un hombre —blanco, elegante y claramente adinerado— se desplomó de repente en su asiento, temblando. Sus labios se pusieron pálidos. Los pasajeros gritaron. Las azafatas se quedaron paralizadas.
“¿Hay algún médico a bordo?” — gritó una de ellas con voz temblorosa.
Nadie se movió. Pero Amara sí.
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