Queridos hermanos, hoy quiero compartir con ustedes una historia de humildad, resiliencia y cómo la vida da giros inesperados cuando menos lo esperamos. Prepárense, porque lo que comienza como una historia de humillación termina siendo una poderosa lección de dignidad.
Camila nació en la pobreza. Su madre la crió sola en una casita estrecha, luchando cada día para que no faltara comida en la mesa. Camila aprendió desde pequeña el significado del sacrificio. Mientras otros niños jugaban con muñecas y corrían descalzos en el patio, ella fregaba los platos, doblaba la ropa y ayudaba a su madre a estirar cada centavo.
A pesar de todo, la sonrisa de Camila iluminaba cualquier habitación. Soñaba con estudiar, con trabajar duro para construir una vida mejor, no solo para ella, sino también para la mujer que lo había dado todo por ella. Pero el destino, como suele suceder, la puso a prueba de maneras que jamás habría imaginado.
Cuando Camila aún era pequeña, su madre enfermó.
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