Ayudó a un millonario en la carretera… y luego su anillo reveló un secreto familiar
“¿Está bien, señor?” gritó, protegiéndose los ojos del sol con una mano.
Elijah se giró, sorprendido. No parecía una grúa ni una asistente de carretera.
—Sí… bueno, no. El coche se ha sobrecalentado y llego tarde a una reunión. Aquí tampoco hay señal.
Ella asintió, mientras caminaba hacia el capó abierto del coche.
“Abre el pestillo del capó otra vez”, dijo con naturalidad, inclinándose para mirar más de cerca.
Elijah dudó. “Espera, ¿sabes de coches?”
Sonrió con suficiencia, limpiándose las manos con un paño que sacó del bolsillo trasero. “Mejor que la mayoría de los mecánicos. Me llamo Amara”.
Escéptico, pero sin opciones, Elijah regresó y abrió el pestillo. Amara examinó el motor, comprobó el nivel de refrigerante y luego se agachó junto a la llanta y miró debajo.
—Tu bomba de agua tiene una fuga, y parece que la correa serpentina está a punto de romperse. Con razón se sobrecalentó —murmuró.
Elijah parpadeó. “¿Lo resolviste en dos minutos?”
Crecí arreglando motores. Mi padre tuvo un taller durante veinticinco años antes de fallecer. Ahora lo dirijo yo.
Ella se levantó y caminó de regreso a su camioneta, sacando una caja de herramientas roja.
Puedo arreglarlo lo suficiente para que puedas volver a moverte. Al menos hasta la salida más cercana. Pero pronto necesitarás una reparación adecuada.
Elijah quedó atónito, no solo por su habilidad, sino por su serena confianza. Se movía con la seguridad de quien lo había hecho mil veces.
—Eh… claro. O sea, gracias. De verdad.
Al ponerse a trabajar, Elijah observó cómo sus manos se movían con destreza. Apretó las abrazaderas, reemplazó una manguera por una que sacó de su camioneta y añadió refrigerante de un bidón que siempre llevaba en la parte trasera.
“Tengo que decir”, empezó Elijah, “que no todos los días alguien se detiene y se ofrece a arreglar un auto de un millón de dólares sin hacer preguntas”.
Amara se rió entre dientes. “Bueno, no todos los días veo un coche de lujo varado y a alguien vestido como si hubiera salido de una portada de Forbes intentando pedir ayuda. Parecía cosa del destino”.
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