Cada vez que mi esposo salía de viaje de negocios, mi suegro me llamaba a su habitación para charlar un rato… Pero cuando supe la verdad, mi mundo se vino abajo.

Me dije que era solo la vieja casa asentándose. Pero la sensación no me abandonaba.Esa noche, una vez que el Sr. Whitaker se acostó, volví de puntillas al estudio con una linterna. Me arrodillé junto al armario y pasé los dedos por el pestillo. Era una cerradura vieja, oxidada por el tiempo. El pulso me latía con fuerza en los oídos.Cogí una horquilla de mi pelo y me puse a trabajar.

Hacer clic.

Sólo con fines ilustrativos

La puerta se abrió con un crujido, revelando una pequeña caja de madera escondida en el interior.

Dudé, luego lo levanté, lo puse sobre la alfombra y abrí la tapa.

Dentro había cartas. Docenas de ellas. Viejas, amarillentas, unidas con una cinta azul pálido.

Y debajo de ellos, una foto en blanco y negro.

Me quedé sin aliento.

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