Un año después, la señora Thu mejoró. Ya podía caminar sola y las crisis eran cada vez menos frecuentes. Recordaba el nombre de Linh y sonreía. Linh y Nam tuvieron una hija, a la que llamaron An —que en vietnamita significa “paz”. Linh dijo:
—“Porque mamá vivió demasiado tiempo en la angustia. Ahora, debe haber paz.”
En una carta, Linh escribió a su esposo:
“Alguna vez odié esa habitación donde tú desaparecías cada noche. Ahora sé que era un lugar de amor, de sacrificio, de dolor silenciado. Gracias… por enseñarme que la felicidad a veces nace justo donde creemos que todo está roto.”
Esta historia no trata de una esposa sufrida ni de un esposo abnegado. Habla de algo que todos enfrentamos: la duda, la distancia y, finalmente, la comprensión.
Porque, a veces, lo que más necesita ser salvado… no es el otro, sino nuestro propio corazón.
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