Descubrí que mi esposo tenía una amante y que estaba embarazada. Quería vengarme, pero al verlo feliz llevándola a sus controles prenatales, no me atreví. Pero cuando la amante finalmente dio a luz… lo que sucedió al final lo dejó completamente en shock.

Se puso unos vaqueros, un suéter, el pelo recogido y condujo hasta el Mercy General, agarrando el volante con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos. En la sala de maternidad, siguió el sonido de las risas, la risa de Rachel, que se extendía por el pasillo como la más cruel de las invitaciones.

A través de la puerta entreabierta, Emma vio a Rachel tumbada en la cama, exhausta pero radiante, con el pelo oscuro pegado a la frente. Una enfermera le entregó un recién nacido envuelto en una manta azul. Y allí estaba David, radiante, con lágrimas en los ojos, acunando al niño como si hubiera esperado este momento toda su vida.

La imagen le dolió el pecho a Emma.

Este era el marido que recordaba, el hombre que una vez se quedaba despierto con ella soñando con viajes familiares por carretera, fondos para la universidad y nombres de bebé que nunca podrían usar. Solo que ahora, él vivía esos sueños con otra mujer.

Casi se dio la vuelta, pero entonces Rachel habló.

“¿No se parece a ti?”, susurró Rachel. David rió, rozando la mejilla del bebé con un dedo. “Sí… sí”.

Emma se quedó sin aliento. Eso era porque incluso desde donde estaba, lo veía: los rasgos del niño. La nariz, los ojos… nada se parecía a David. En cambio, el bebé tenía una tez demasiado oscura, un cabello demasiado texturizado. Emma parpadeó, incrédula.

Su corazón latía con fuerza. ¿Sería posible?

 

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