Después de cinco años cuidando a mi esposa paralítica, un día olvidé mi billetera en casa. En cuanto abrí la puerta… lo que vi me hizo caer de rodillas. August 18, 2025 by admin

Entonces, una tarde de invierno, el destino golpeó.

Sofía sufrió un accidente automovilístico cuando salía del mercado después de hacer compras para el Día de los Muertos.

Una lesión en la médula espinal la dejó paralizada de la cintura para abajo.

Esteban estaba dando clases cuando recibió la llamada del hospital.

Sin pensarlo, corrió hacia ella y, al verla, se le rompió el corazón: su alegre y divertida esposa yacía inmóvil, con los ojos llenos de lágrimas, incapaz de hablar.

A partir de ese día Esteban se tomó una larga licencia.

Él se hizo cargo del cuidado de Sofía, encargándose de todo: alimentarla, bañarla y hacerle fisioterapia en casa.

Su pequeña casa se convirtió en una habitación de hospital improvisada, llena de medicamentos, vendajes y otros suministros.

Algunos sugirieron internarla en un asilo de ancianos especializado, pero él se negó.

“Ella es mi esposa. Yo la cuidaré. Nadie más.”

Todas las mañanas se levantaba antes del amanecer, le cocinaba atolito, la alimentaba y luego salía a hacer reparaciones eléctricas en casas de otras personas.

Por las noches, se sentaba junto a su cama, le leía y le masajeaba las extremidades con la esperanza de reactivar sus nervios. Cuando un dedo se movió levemente por primera vez, Esteban lloró como un niño.

Sofía apenas hablaba. Vivía en silencio, a veces asintiendo o llorando en silencio.

Esteban interpretó este silencio como desesperanza… pero también como gratitud. Nunca dudó de ella. Solo sentía compasión.

Al principio, familiares de ambos lados vinieron a visitarnos y ofrecieron su ayuda.

Pero con el tiempo, la vida se volvió más distante. Las visitas se volvieron escasas. Esteban no le guardaba rencor a nadie.

Sabía que cuidar a una persona paralizada es un viaje largo y solitario, y que no todos tienen la fuerza para emprenderlo.

La vida se volvió rutinaria, lenta y dolorosa, hasta que llegó ese día.

Esteban se dirigía a una reparación cuando de repente recordó que había dejado su billetera en casa.

Dentro había documentos importantes, dinero en efectivo y un recibo que debía entregar. Se dio la vuelta, pensando que solo estaba echando un vistazo rápido.

Pero cuando abrió la puerta… se quedó congelado.

 

 

 

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