DESPUÉS DE VI0LARM3 CREYERON QUE ESTABA MUERTA, PERO SOBREVIVÍ PARA HACERLOS PAGAR UNO POR UNO

¿A dónde vas a ir?, preguntó María. No lo sé. Lejos, tal vez al norte, tal vez a la frontera. Joaquín se encogió de hombros. Tal vez simplemente siga caminando hasta que el cuerpo ya no pueda más. Eso es cobardía. Dijo Carolina otra vez. Entonces, ¿qué quieres que haga? ¿Que me quede a sufrir cerca de ustedes? ¿Que cargue mi culpa donde puedan verla? Quiero que vivas con lo que hiciste.

Que cada día sea un recordatorio y que si alguna vez ves a otra mujer en problemas, a otra familia siendo atacada, no te quedes parado, que hagas algo. Joaquín la miró. Y si eso no es suficiente, nunca va a ser suficiente. Carolina se acercó, lo miró directo a los ojos. Pero es lo único que puedes hacer.

Joaquín asintió, se levantó, agarró su morral vacío, caminó hacia la puerta, se detuvo en el umbral. Espero que espero que encuentren paz las dos y el bebé. Espero que tengan la vida que merecen. Nosotras también, dijo María. Joaquín salió al sol de la mañana y no miró atrás.

Carolina lo vio alejarse por el camino polvoriento hasta que fue solo una mancha en la distancia, hasta que desapareció. ¿Crees que lo volvamos a ver?, preguntó María. No lo sé y no me importa. Carolina cerró la puerta. Lo único que importa es que estamos aquí juntas, vivas. Pasaron las semanas. El vientre de María creció hasta que parecía que iba a reventar.

Carolina usó el dinero de Joaquín para comprar mantas, ropa pequeña, preparar todo para cuando llegara el bebé. Encontró una partera en el pueblo, una vieja sabia que había traído al mundo a cientos de niños. Una noche, cuando la luna estaba llena y el aire olía a lluvia que no llegaba, María sintió los primeros dolores. Carolina corrió por la partera. Pasaron horas.

María gritaba, empujaba, lloraba. Carolina le sostenía la mano, le limpiaba el sudor, le decía que todo iba a estar bien, aunque no lo sabía. Y entonces, cuando la noche estaba en su punto más oscuro, se escuchó el llanto. Un bebé, una niña pequeña, arrugada, perfecta. La partera la limpió, la envolvió, se la puso a María en el pecho.

María la miró con ojos enormes, llenos de lágrimas, llenos de algo que Carolina no había visto en su hermana desde antes de que todo pasara. Esperanza. Es hermosa, susurró María. A pesar de todo, es hermosa. Carolina miró a la niña. Tenía pelo oscuro, ojos que todavía no decidían qué color serían. No se parecía al coyote, no se parecía al tuerto, se parecía a María y tal vez un poco a su madre muerta, a Rafael, a todos los que se habían ido antes.

¿Cómo le vas a poner?, preguntó Carolina. María pensó un momento largo. Esperanza. Se va a llamar Esperanza. Porque es lo único que nos queda. Pasaron los años. Esperanza creció fuerte y curiosa con la risa fácil de los niños que no conocen el peso del mundo. Carolina siguió trabajando juntando centavos, ahorrando para cuando pudieran irse a un lugar más grande, un lugar con más oportunidades.

María se recuperó poco a poco, aunque las pesadillas nunca se fueron del todo, pero aprendió a vivir con ellas. Aprendió a sonreír otra vez. Una tarde, 4 años después de aquella noche terrible, Carolina estaba lavando ropa en el río cuando vio a un jinete en la distancia. Se puso tensa, la mano yendo instintivamente a donde antes cargaba el revólver, pero ya no lo traía, ya no necesitaba armas, o eso se decía a sí misma. El jinete se acercó.

No era Joaquín, era un hombre joven con uniforme desgarrado de villista llevando un mensaje. Carolina Mendoza preguntó, ¿quién pregunta? Traigo noticias de parte del general Villa. El muchacho le extendió un papel doblado. Dice que conoció a su marido, Rafael Mendoza. Dice que era buen hombre y que siente mucho lo que pasó. Carolina tomó el papel con manos temblorosas, lo abrió.

Adentro, con letra tosca pero clara, decía, “Señora Mendoza, me entero tarde de la tragedia que sufrió.” Los hombres que le hicieron esto no eran revolucionarios, eran animales. La revolución no es esto. La revolución es justicia. Si algún día necesita algo, mande palabra. Villa no olvida a las viudas de buenos hombres. Ate, Francisco Villa.

Carolina leyó el mensaje dos veces. Luego lo dobló, se lo guardó en el bolsillo del delantal. Dígale al general que agradezco sus palabras, pero no necesito nada. Ya conseguí mi justicia. El muchacho asintió, espoleó su caballo, se fue. Carolina volvió a lavar ropa, a restregar las manchas, a sentir el agua fría del río en las manos.

Y por primera vez en años sonrió de verdad, no porque todo estuviera bien, nunca iba a estar del todo bien, pero porque estaba viva, porque María estaba viva, porque Esperanza corría por ahí persiguiendo mariposas, sin saber que su existencia misma era un milagro. Esa noche, cuando acostó a la niña, Carolina le contó una historia. No la historia real, todavía no.

Esperanza era muy pequeña, pero le contó sobre una mujer valiente que cruzó el desierto, que peleó contra monstruos, que salvó a su hermana. Una historia de verdad convertida en cuento. Esperanza se durmió con una sonrisa. María se acercó, se sentó junto a Carolina. ¿Crees que algún día se lo digamos? La verdad, cuando sea más grande, cuando pueda entenderlo. Carolina miró a su sobrina dormida.

Pero por ahora dejemos que sea niña, dejemos que viva sin cargar nuestras cicatrices. Gracias, Susurró María, por todo, por no rendirte, por buscarme, por seguir aquí. Siempre voy a estar aquí. Somos lo único que nos queda. Se abrazaron en silencio. Dos mujeres rotas que habían aprendido a reconstruirse pieza por pieza, día por día.

Afuera, el viento soplaba desde el desierto trayendo polvo y recuerdos. Y en algún lugar lejano, en las montañas donde todo había pasado, los huesos del coyote y el tuerto se blanqueaban bajo el sol, olvidados por todos, excepto por los zopilotes. La justicia, pensó Carolina, no siempre llega rápido, no siempre llega limpia, pero cuando llega, cuando finalmente cobra lo que se debe, deja marcas que nunca se borran, marcas en la tierra, marcas en el alma y tal vez, solo tal vez también deja algo más.

La posibilidad de empezar otra vez. Carolina Mendoza, la mujer que cruzó el desierto de Chihuahua con solo cinco balas y un corazón destrozado. La mujer que le enseñó al norte de México que no hay furia más peligrosa que la de una hermana que no tiene nada que perder. Dicen que Joaquín el Raramuri siguió caminando hasta llegar a la frontera.

Dicen que murió años después en una cantina del Paso con una botella vacía en la mano y el nombre de su hermana en los labios. Nadie sabe si es verdad. Dicen que Lupita volvió a las montañas, que todavía anda por ahí como fantasma, matando a cualquier hombre que se parezca a los que le quitaron a su hija. Dicen que es inmortal, que es venganza pura que camina.

Dicen muchas cosas, pero la única verdad que importa es esta. Carolina salvó a su hermana. Y en tiempos de revolución, cuando la muerte andaba suelta por todos lados, eso era lo más cercano a un milagro que cualquiera podía esperar. Valió la pena todo ese dolor, toda esa sangre. Carolina nunca lo supo, pero cada vez que veía Esperanza sonreír, cada vez que María cantaba mientras trabajaba, se decía a sí misma que tal vez sí.

Tal vez el precio de la sangre era justo cuando compraba un futuro para los que amabas. O tal vez solo se estaba mintiendo para poder dormir por las noches. La revolución siguió, villa siguió peleando, los federales siguieron matando y en medio de todo ese caos, tres mujeres siguieron viviendo día tras día construyendo algo parecido a la paz sobre los escombros de su tragedia. Porque eso es lo que hacemos los que sobrevivimos, compadre. Seguimos.

Seguimos aunque duela, aunque el peso sea insoportable, aunque el camino esté lleno de espinas. Seguimos porque detenernos es darles la victoria a los que quisieron destruirnos. Y Carolina Mendoza nunca les iba a dar esa satisfacción. Acabas de escuchar Legendarios del Norte.

Si llegaste hasta aquí es porque Carolina despertó algo en ti. ¿Qué fue lo que más te caló de su historia? Platícanos en los comentarios. Estaré leyendo todos. Gracias por acompañarnos en una historia más del canal Legendarios del Norte. En los comentarios también van a encontrar el enlace donde hay una secuencia de relatos sobre justicia y venganza mexicana tan buenos como este. Solo tienen que hacer clic en el enlace azul. Gracias y nos vemos pronto.

Que Dios los bendiga siempre.

⏬ Continua en la siguiente pagina ⏬

 

 

 

 

Leave a Comment