El silencio fue una confirmación.
Valeria sintió una mezcla de indignación y profunda tristeza, pero mantuvo la calma.
“Laura, lo que estás pasando es gravísimo. No estás sola. Voy a protegerte, ¿de acuerdo?”
La adolescente la miró con ojos desesperados.
“Nunca me deja sola en casa. Siempre me está vigilando. Y si lloro, dice que es mi culpa. Que tengo que portarme bien. Que…” Se le quebró la voz. “…que debería estar agradecida”.
Valeria tomó una decisión.
“Voy a llamar a una trabajadora social y a la policía. Te van a ayudar. Ningún niño debería pasar por esto”.
Laura tembló.
“¿Y si se enoja? Él… puede ser muy diferente cuando no hay nadie cerca”.
“Eso se acabará hoy”, dijo el médico.