El esposo accedió en secreto a acostarse con dos de las mujeres más ricas del pueblo a cambio de dinero para mantener a su esposa y a su pequeño hijo. Casi de la noche a la mañana, la joven pareja parecía prosperar, pero solo un año después…

Querían ver cómo yo, la esposa que vivía con “dinero manchado”, afrontaría la verdad de que incluso mi hijo nació de la vergüenza.

Lo abracé con fuerza contra mi pecho. Seguía siendo honorable, con la mirada clara e intacta. Me quedé junto al ataúd de mi esposo, con el alma destrozada. Durante años soportó la deshonra por mí y por el niño; ahora partía en desgracia, dejándome un peso insoportable.

Esa noche encendí incienso, contemplé su imagen y murmuré:

“Amor mío, todo pecado tiene su precio. Pagaste con tu vida. Pero el niño es inocente. Aunque su sangre sea diferente, ha sido mi hijo desde el día en que nació. Lo criaré con todo mi amor, para que nunca repita nuestra tragedia”. Los mejores regalos para tus seres queridos

Afuera, los chismes y las risas continuaban. Pero sabía que no me quedaba nada, excepto la inocencia del corazón de mi hijo.

Un año después, vendí la casa de tejado rojo y dejé atrás ese pueblo venenoso. Empezamos de nuevo en otro lugar. Cuando la gente me preguntaba cómo me mantenía tan fuerte, solo sonreía:

“Porque aprendí esto: el dinero puede comprar techos y vehículos, pero no puede comprar la paz”.

Y juré vivir también por él, acabar con la vida que dejó atrás. Nunca permitas que el pasado manche el futuro de mi hijo.

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