El marido le pidió a su esposa que firmara los papeles del divorcio en la cama del hospital, pero no esperaba que ella fuera abandonada…

“Hablo en serio. Ya te lo dije: no puedo seguir viviendo con alguien débil y constantemente enfermo. Estoy harta de ser la única que lo intenta. Merezco escuchar mis verdaderos sentimientos.”

La voz de Mark sonaba extrañamente firme, como si hablara de cambiar de aseguradora, no de terminar un matrimonio de diez años.

Una leve sonrisa se dibujó en los labios de Harley, mientras las lágrimas corrían suavemente por su rostro.

“Entonces… ¿esperaste hasta que ya no pudiera moverme ni hablar… para hacerme firmar esto?”

Mark dudó un momento y luego asintió.

“No me culpes. Era inevitable. Conocí a alguien. Ya no vive en secreto.”
Harley mordió suavemente. Le ardía la garganta, pero el verdadero dolor estaba en el pecho. Aun así, no gritó ni sollozó. Simplemente preguntó en voz baja: “¿Dónde está el bolígrafo?”

Mark la miró fijamente, desconcertado. “¿De verdad… vas a firmar?”

“Tú misma lo dijiste. Era solo cuestión de tiempo.”

Le entregó el bolígrafo. Harley lo tomó con mano temblorosa y escribió lentamente su nombre.

“Eso es todo. Te deseo paz.”

“Gracias. Te devolveré lo acordado. Adiós.”

Mark se dio la vuelta y se fue. La puerta se cerró de golpe, demasiado suave. Pero menos de tres minutos después, se abrió de nuevo.

Entró el Dr. John. Era un viejo amigo de la universidad de Harley y el cirujano que la había operado. Llevaba su historial médico y un ramo de rosas blancas.

“¿La enfermera dijo que Mark estaba aquí?”

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