—No lo entenderías —replicó Margarita con frialdad—. Enrique siempre estaba en el extranjero, construyendo imperios. No tenía tiempo para un bebé. Ni siquiera se dio cuenta cuando…
—¡Basta! —rugió Enrique—. ¡Lloré a una niña que creía muerta! ¿Te das cuenta de lo que eso me hizo?
La voz de Margarita se quebró.
—¡La habrías elegido a ella antes que a mí! No podía permitir que eso pasara.
Lily se tambaleó hacia atrás, conmocionada.
—Tengo que irme…
Enrique extendió la mano.
—Por favor, no. Es repentino, pero soy tu padre. Siempre te he querido.
Lo miró fijamente a los ojos.
—¿Por qué debería confiar en ti?
Sacó una foto: él sosteniendo a un recién nacido envuelto en una manta rosa con una “E”.
—Esta fue tomada tu primer día. ¿Aún tienes la manta?
Lily asintió levemente.
—Sí… la he guardado.
Margarita palideció.
La voz de Enrique se suavizó.
—Te perdí una vez. No te volveré a perder.
Las lágrimas brotaron de los ojos de Lily.
—Necesito… tiempo.
Enrique asintió.
⏬ Continua en la siguiente pagina ⏬