Tras el shock, arrestaron al tío y los padres del niño se desplomaron en el suelo con la mirada perdida:
“¿Por qué? ¿Por qué es mi propio hermano?” La investigación reveló: El tío había pedido dinero prestado en secreto a usureros y planeaba obtener un certificado de fallecimiento falso para reclamar la herencia de la casa registrada a nombre del niño. Desesperado, optó por la forma más cruel de “resolver” el problema.
El lago del pueblo permaneció en calma, pero desde ese día, nadie se atrevió a acercarse a él al caer la tarde.
No por fantasmas…
Sino por la aterradora verdad que se escondía bajo esa tranquila superficie: provenía de una familia de sangre.
“Lo más aterrador… no es la profundidad del lago. Es la superficialidad de los corazones de las personas”.