El perro miraba el desagüe pluvial todos los días. Cuando lo abrían, todos se quedaban atónitos.
Comenzó unos días antes.
Annie Carter acababa de mudarse a un pequeño apartamento encima de la ferretería. A sus 27 años, por fin empezaba su nuevo trabajo como diseñadora gráfica tras años de trabajar como freelance y ahorrar. Sus días solían ser rutinarios: café, trabajo, compra, pero ese lunes, una mirada triste le cambió la vida.

Iba caminando a casa desde la carnicería con una bolsa de filetes cuando vio a Benny sentado tranquilamente junto a la ventana. Levantó las orejas al abrirse la puerta, pero no se acercó. Simplemente observó.
Entonces lo oyó: un fuerte gorgoteo procedente de su estómago, seguido de un suave gemido.
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