Rompió a llorar. Lo abracé fuerte, llorando también.
Desde ese día, vivió con nosotros. Mi esposa lo recibió con cariño, tratándolo como a su propio padre. Aunque era mayor, seguía ayudando en la casa y viajábamos juntos a menudo.
A veces la gente pregunta: “¿Por qué trataste tan bien a tu padre adoptivo si antes no te podía dar mucho?”.
Siempre respondo: «Pagó mi educación con su sangre y su juventud. Puede que no sea mi sangre, pero es mi padre en todo lo que importa».
Algunas deudas no se pueden pagar con dinero. Sin embargo, la gratitud siempre se puede devolver con sinceridad, amor y tiempo.
⏬ Continua en la siguiente pagina ⏬