En la tumba de su hijo, un multimillonario conoció a una camarera con un bebé y finalmente supo la verdad

Esa noche – La finca Whitmore

La mansión se sentía más fría de lo habitual.

Eleanor estaba sentada, con un vaso intacto en la mano, mientras el fuego parpadeaba sin calentar.

Frente a ella había dos cosas que no podía olvidar:

El sonajero.

Una fotografía que Maya le había dejado. Mostraba a Jonathan en un café, abrazando a Maya, riendo a carcajadas. Parecía… completo. Una alegría que Eleanor no había visto, o tal vez se negaba a ver.

Su mirada se dirigió al bebé de la foto. Esos ojos. Los ojos de Jonathan.

Ella susurró: “¿Por qué no me lo dijiste?”

Pero en su corazón, ella ya lo sabía.

Ella no habría escuchado.

Ella no le habría permitido amarla.

Dos días después – Downtown Diner

La campana sonó cuando la puerta se abrió y Maya casi dejó caer su bandeja.

Eleanor Whitmore entró.

Vestida con un abrigo negro y el cabello impecable, parecía completamente extraña en el restaurante fluorescente. Los clientes se detuvieron. Se hizo el silencio.

Ella caminó directamente hacia Maya.

“Necesitamos hablar”, dijo.

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