En un centro comercial de Dallas, un director ejecutivo golpea a su esposa embarazada por su amante, sin saber que su padre multimillonario uniformado lo observaba.

Las elegantes puertas de cristal de un exclusivo centro comercial de Dallas se abrieron, dejando entrar un rayo de sol y un flujo constante de compradores.

Era una tranquila tarde entre semana, con el espacio lleno de familias, parejas y profesionales que usaban los elegantes pasillos como su pasarela personal.

Entre ellos caminaba Jonathan Miller, un director ejecutivo de 39 años de una próspera empresa de inversión tecnológica, reconocido por sus trajes a medida, su ingenio agudo y su aire de arrogancia sin complejos. Muy cerca de él, su esposa, Emily Miller, embarazada de siete meses, acunaba suavemente su vientre con una mano mientras luchaba por seguir su ritmo acelerado.

“Sí, cariño. Te veo en el estacionamiento oeste. No te preocupes por ella, solo me está tomando el pelo”. Su mirada se desvió hacia Emily con desdén.
Emily se quedó paralizada. Había escuchado fragmentos antes, susurros y mensajes nocturnos, pero esto, esto era la confirmación. Las “reuniones de negocios” de su marido eran en realidad encuentros con su amante.

“Jonathan”, dijo en voz baja, intentando mantener la calma. “¿Podrías no hacer esto aquí?”

Terminó la llamada con una sonrisa, se guardó el teléfono en el bolsillo y se giró hacia ella. “¿Hacer qué? ¿Crees que puedes dictar mi vida? Deberías estar agradecida; vives de mi éxito”.

Las palabras le dolieron, pero Emily se mantuvo firme. “Me estás humillando en público. Merezco respeto”.

Algunos clientes redujeron la velocidad, percibiendo la tensión. Jonathan tensó la mandíbula. Entonces, levantó la mano y la abofeteó. Emily se tambaleó hacia atrás, con la mano agarrándose la mejilla y los ojos abiertos de horror.

 

 

 

 

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