Esta mañana levanté la tapa del inodoro y me quedé paralizado. Al principio pensé que era solo un objeto, hasta que empezó a moverse.
Unos minutos después, pedí ayuda. Cuando llegaron los especialistas y abrieron con cuidado la tapa, la serpiente seguía ahí, enroscada, con el cuerpo brillando en el agua.
Uno de los hombres me explicó que esto ocurre con más frecuencia de la que la gente cree. Durante los meses más cálidos, a veces los reptiles se cuelan por las tuberías, atraídos por el frescor y el agua.
Me quedé de pie en la puerta, incapaz de apartar la mirada. La casa que siempre me había parecido segura, de repente ya no lo era.
Ahora, cada vez que entro al baño, no puedo evitar echar un vistazo primero al inodoro, solo para asegurarme de que nada se mueve.