La amante de mi esposo y yo esperábamos un hijo suyo. Mi suegra dijo: «Quien tenga un hijo se queda». Me fui sin dudarlo; siete meses después, toda su familia presenció una verdad que les cambió la vida por completo.
Fuera del edificio, las lágrimas corrían por mis mejillas, pero por primera vez, sentí un gran alivio.
No era porque no me doliera; era porque había elegido la libertad para mi hijo y para mí.
Me fui con solo unas pocas prendas de ropa, algunas cosas de bebé y el valor para empezar de nuevo.
En Cebú, encontré trabajo como recepcionista en una pequeña clínica.
A medida que mi vientre crecía, poco a poco aprendí a reír de nuevo.
Mi madre y algunos amigos cercanos se convirtieron en mi familia.
La Nueva “Reina” de la Familia
Mientras tanto, la nueva prometida de Marco, Clarissa —una mujer de voz suave que adoraba el lujo— fue recibida en la casa de los Dela Cruz como una reina.
Todo lo que quería, lo conseguía.
Cada vez que venían visitas, mi exsuegra la presentaba con orgullo:
“¡Esta es la mujer que nos dará el hijo que heredará nuestro negocio!”
No respondí. Ya ni siquiera sentía ira.
Simplemente confié en que el tiempo lo revelaría todo.
El Nacimiento de Mi Hija
Meses después, di a luz en un pequeño hospital público de Cebú.
Una niña: pequeñita, sana y con ojos brillantes como el amanecer.
Al tenerla en mis brazos, todo el dolor que había cargado desapareció de repente.
No me importaba que no fuera el “hijo” que querían.
Estaba viva. Era mía. Y eso era lo único que importaba.
Cuando las tornas cambiaron
Unas semanas después, una antigua vecina me dio la noticia: Clarissa también había dado a luz.
Toda la familia Dela Cruz lo celebraba con globos, pancartas y banquetes.
Su tan esperado “heredero” por fin había llegado.
Pero una tarde tranquila, un rumor se extendió por el vecindario, uno que dejó a todos atónitos.
El bebé no era un niño.
⏬ Continua en la siguiente pagina ⏬