La desgarradora historia de Amanda Scarpinati me hace llorar.

Al crecer, Amanda alimentó un simple deseo: encontrar a la joven de la fotografía y decirle lo que ese gesto amable había significado para ella. No un simple agradecimiento, sino uno sincero, de esos que sueñas con decirle a alguien que te ha importado, incluso sin saberlo.

Realizó una investigación exhaustiva, consultó archivos y entrevistó a antiguos empleados… todo en vano. Pasaron los años. Dos décadas después, tuvo la idea que muchos habrían tenido: publicar la foto en redes sociales con la esperanza de que un rostro, un nombre o un recuerdo resurgiera. No tenía nada que perder… y quizás todo por ganar.

Cuando la magia de las redes sociales funciona

El mensaje de Amanda se difundió rápidamente. Esto demuestra que a veces internet puede ser un vehículo maravilloso para la humanidad. Y ocurrió un milagro: al día siguiente, una exenfermera reconoció a la profesional de la foto. Era Susan Berger, recién graduada en ese momento, quien recordaba perfectamente al bebé tranquilo en sus brazos.

Imaginen la escena: después de casi cuatro décadas, dos personas unidas por un momento suspendido finalmente se reencuentran. Cada una había conservado ese recuerdo a su manera: Amanda como refugio, Susan como uno de esos encuentros que definen una carrera. Algunas emociones trascienden los años sin desvanecerse jamás.

Un reencuentro que cura mucho más que el pasado

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