La esclava enferma fue vendida por dos monedas, pero lo que ocurrió después dejó a todos sin aliento.

El rostro de Robert Hayes palideció por completo. Sus piernas temblaron mientras finalmente reconocía esos ojos decididos. La esclava moribunda que había despreciado por dos monedas de plata estaba ahora frente a él, dueña de la tierra, vestida con elegancia, irradiando poder.

Hayes cayó de rodillas, incapaz de hablar.

Ruth lo observó por un largo momento, no con odio, sino con la fría calma de quien ha cerrado un círculo imposible. Se dio la vuelta y, sin decir una palabra más, continuó inspeccionando sus campos, dejando al fantasma de su pasado temblando en el polvo.

Leave a Comment