
La mariée qui en savait plus qu’elle ne le devrait
“¿Me amas? Greg, ni siquiera sabes lo que es el amor. Si lo supieras, no habrías hecho lo que hiciste”.
Se arrastró hacia mí. “Por favor… te lo suplico”.
Retrocedí. “Se acabó. Nos destruiste en el momento en que regresaste arrastrándote con Sarah”.
James dio un paso adelante con una voz atronadora.
“Levántate”, ordenó. “Ponte de pie y enfrenta lo que has hecho”.
Greg se levantó lentamente. Parecía lastimoso con su esmoquin arrugado y su rostro surcado de lágrimas: un hombre que lo había perdido todo.
Me volví hacia sus padres.
“Me voy”, anuncié con voz firme. “Ahora es tu problema”.
“Lilith, por favor”, gritó Greg por última vez. “No te vayas…”
Solo con fines ilustrativos.
Pero ya había terminado. Me envolví en una bata, cubrí el tatuaje y caminé hacia la puerta.
“¡Lilith!”, gritó tras de mí. “¡Puedo cambiar! ¡Yo lo arreglaré!”.
Ni siquiera me giré. No quedaba nada que decir.
Al bajar las escaleras, oí la voz de James, baja y furiosa, que rompió el silencio:
“Esto es lo que hiciste, Greg. Lo arruinaste todo”.
Y entonces los sollozos entrecortados de Greg llenaron la casa.
Pero no me conmovieron.
Me alejé de esa casa con la cabeza bien alta.
Libre de mentiras.
Libre de traición.
Libre de Greg.
⏬ Continua en la siguiente pagina ⏬