La niña levantó la mano con los cinco dedos extendidos, pero no era un simple saludo. Era una silenciosa súplica de ayuda, una señal oculta que solo un ojo experto podría reconocer. La expresión del agente cambió al instante, y lo que sucedió a continuación fue algo que nadie en el supermercado previó.
Resultó que el hombre ya había estado en la mira de las fuerzas del orden, pero esta vez había suficientes pruebas para actuar con rapidez. Los equipos comenzaron a buscar a otros niños que pudieran estar relacionados.
Una semana después, Daniel visitó a Lily en un tranquilo parque infantil.
Estaba sentada con un oso de peluche nuevo del departamento, con su mamá cerca.
“Ayudaste a salvar a más que a ti misma, Lily”, dijo, arrodillándose a su lado.
Ella esbozó una leve sonrisa. “Dijo que nadie me creería”.
Daniel le puso un pequeño broche de plata en la mano. “Esto es para quienes demuestran verdadero coraje. Y te lo has ganado”.