La novia se negó a ser eclipsada: lo que hizo dejó a todos sin palabras
Su vestido a medida, el que esperaba que causara una gran impresión, era ahora solo un vestido blanco más entre muchos. Las miradas de admiración que esperaba nunca llegaron. Nadie se giró. Nadie susurró. Ella simplemente… se integró.
—Tú también —respondió Ava—. Nunca imaginé que… serías tú quien me eclipsaría.
Emma le tomó la mano. «Nunca se trató de eclipsarte, mamá. Solo quería ser mía algún día».
Ava asintió lentamente. «Lo tienes. Y te lo has ganado».
Y luego, la música cambió.
Todas las miradas se dirigieron hacia el fondo de la sala.
Allí estaba Emma, no de blanco, sino con un impresionante vestido rojo intenso y dorado brillante. La rica tela relucía al caminar, proyectando brillantes reflejos de luz; su figura brillaba como una llama en un paisaje nevado. Lucía radiante, majestuosa… inolvidable.

Más tarde, después de que se hubiera cortado el pastel y hubiera comenzado el último baile, Emma se acercó a ella.
“Te veías hermosa hoy”, dijo ella suavemente.
Ava sostuvo la mirada de su hija. Esta vez, no había presunción ni rivalidad, solo una sonrisa tranquila y tierna.
—Tú también —respondió Ava—. Nunca imaginé que… serías tú quien me eclipsaría.
Emma le tomó la mano. «Nunca se trató de eclipsarte, mamá. Solo quería ser mía algún día».
Ava asintió lentamente. «Lo tienes. Y te lo has ganado».
Esa noche, por primera vez en años, no chocaron. Rieron. Recordaron. Y a medida que el foco de atención cambiaba, también lo hacía algo más profundo: su relación, que pasó de la rivalidad a algo más cálido, más significativo.
Amar.
Esta pieza está inspirada en historias cotidianas de nuestros lectores y escrita por un escritor profesional. Cualquier parecido con nombres o lugares reales es pura coincidencia. Todas las imágenes son solo para fines ilustrativos.
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