Jake intervino en la ronda que habían marcado, con la placa en alto y la voz serena. “Policía. Manos donde pueda verlas”.
El hombre salió corriendo. La persecución fue corta; la calle ya se había cerrado a su alrededor. En su bolso: más productos, más costuras, más de las mismas herramientas enterradas para el robo silencioso. Su billetera contenía las identificaciones de Kade Mercer y otros tres nombres.
Dos arrestos más siguieron durante las siguientes 48 horas, el patrón se desarrolló como un mal plano copiado demasiadas veces. El “Sr. Mercer” no era un mito. Cuando presentaron las pruebas, su silencio no pudo salvarlo.
No es un final, es un comienzo
Los fiscales reconsideraron los cargos contra Elena a la luz de la coerción: amenazas grabadas en su buzón de voz, deudas que nunca se redujeron, un historial médico que demostraba por qué había…