La victoria de Chance: más de 1.000 días de coraje y esperanza.

Amy comparte que, con los años, las enfermeras que cuidaron de Chance se convirtieron en una familia. Celebraron con él las pequeñas victorias: los días en que el tratamiento transcurrió sin problemas, los momentos en que sus recuentos mejoraron, las veces que logró sonreír a pesar del agotamiento. También compartieron los días difíciles, sentándose con él durante los largos tratamientos, ofreciéndole palabras de aliento y abrazándolo cuando los medicamentos no podían aliviar el dolor. Su amor y dedicación se convirtieron en una presencia constante en un mundo que a menudo se sentía impredecible y aterrador.

Y aunque nadie extrañará el puerto, siempre estarán agradecidos por lo que hizo. No fue solo un tubo bajo la piel; fue un salvavidas, una herramienta que ayudó a salvar su vida y lo guió paso a paso hacia este día de celebración.

Hoy, Chance vuelve a ser un niño, aunque sea un poquito. Siente la libertad en sus brazos, el alivio en su pecho y el triunfo de superar algo que parecía insuperable. Cada marca en su cuerpo es un testimonio de su fuerza, cada sonrisa un recordatorio de la resiliencia del espíritu humano.

Después de más de 1000 días de miedo, dolor e incertidumbre, Chance ha alcanzado un hito que merece ser celebrado, no solo por la victoria médica, sino por la valentía, el amor y el apoyo inquebrantable que lo hicieron posible.

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