
La voz de las 3 a. m.: Un recordatorio inolvidable para una madre: atesora cada momento
No había señales de que alguien hubiera estado allí. Me quedé paralizada, tratando de comprender lo que había oído.
La voz había sido tan clara, tan inconfundiblemente la de mi hijo.
Entonces vi algo en su mesita de noche: una pequeña foto enmarcada de él y de mí, tomada de pequeño. La luz del pasillo se reflejaba suavemente en el cristal.
Y en ese momento, lo comprendí.
Quizás no era a mi hijo a quien había escuchado, sino un recuerdo: un recordatorio de lo rápido que pasa el tiempo, de lo precioso que es cada instante fugaz.
Me senté en el borde de su cama, sosteniendo la foto, y susurré en la silenciosa habitación: «Te quiero. Siempre estaré aquí».
A la mañana siguiente, cuando mi hijo regresó de su viaje, lo abracé un poco más fuerte, un poco más.
No le conté lo de la voz, pero en el fondo de mi corazón sabía que era una señal: atesorar cada instante, porque un día, esas voces y esos recuerdos serán todo lo que nos quedará.