Madre e hijos gemelos MUEREN el mismo día, pero en el ENTIERRO, ¡un DETALLE CONMOCIONA A TODOS!
La pantalla se iluminó al encender el motor, y al desbloquearse, apareció un video que ya se estaba reproduciendo. Una voz distorsionada les habló con urgencia: «Están a salvo. Hay oxígeno en el ataúd. Pónganse las mascarillas». En ese momento, notaron dos tubos conectados a pequeños tanques de aire y mascarillas de silicona que colgaban sobre sus cabezas.
Fabiana, sin pensarlo, se colocó uno a cada niño y luego a sí misma. No hubo tiempo para preguntas. Minutos después, mientras los tres intentaban calmar la respiración, empezaron a oír ruidos apagados sobre ellos: pasos, palas golpeando la tierra y, finalmente, el chirrido de la tapa del caldero al ser destapada. Una luz brillante los cegó por un instante.
Hombres encapuchados y vestidos de negro lo sacaron rápidamente a rastras sin decir palabra. Fabiana gritó y suplicó respuestas, pero nadie respondió. Los subieron a una camioneta sin distintivos y los llevaron durante horas en completo silencio. Los niños, aferrados a su madre, no sabían si estaban vivos o atrapados en una pesadilla.
Finalmente llegaron a una casa apartada, rodeada de árboles y sin vecinos a la vista. Dentro, Fabiana estuvo brevemente separada de los gemelos, encerrada en una habitación donde empezó a golpear la puerta desesperadamente. “Por favor, díganme qué está pasando. Somos víctimas, no criminales”, gritó en medio del frenesí.
Y entonces se abrió la puerta, y apareció un rostro que jamás esperó ver en ese contexto. Era Violeta, su madre, viva, completa, y con una expresión que lo decía todo. Fabiana se quedó paralizada. Ver a su madre allí, serena y sin una sola señal de angustia, le causó una mezcla de alivio y confusión. Mamá, ¿qué pasa? ¿Estás viva? ¿Es un secuestro? Violeta no respondió de inmediato.
Se acercó a ella, la abrazó fuerte y le susurró: «¿Estás a salvo, hija? Estás viva porque así lo planeé. Tenía que hacerlo». Fabiana se apartó incrédula, como si no pudiera asociar esas palabras con la mujer que la crio. «¿Qué hiciste? ¡Nos enterraste vivos!», gritó angustiada. Violeta le tomó la cara con ternura y dijo con inesperada firmeza: «Lo hice para salvarte a ti y a los niños».
Moisés intentaba matarte. Era la única manera de desenmascararlo y protegerlos. Fabiana sintió que su mundo se tambaleaba de nuevo. El nombre de Moisés, su esposo, el padre que sus hijos conocían como tal, de repente se convirtió en sinónimo de amenaza. No, eso no puede ser verdad. Me ama. Los ama, murmuró. Pero la mirada de su madre no dejaba lugar a dudas.
Nunca los amó, Fabi. Solo amaba lo que podías darle. Violeta empezó entonces a explicarlo todo. Meses antes, había descubierto por casualidad conversaciones grabadas en un teléfono viejo que Moisés había dejado en casa. En ellas, hablaba con una mujer más joven con la que mantenía una relación secreta.
La frívola y ambiciosa amante lo presionó para que se deshiciera de Fabiana. «Tu esposa no te dejará nada si la dejas, pero si muere, todo será tuyo», dijo la voz femenina. Fabiana temblaba mientras escuchaba las grabaciones que Violeta había traído consigo y las reproducía una por una. La evidencia era irrefutable.
En una de ellas, Moisés incluso se burló del testamento y del padre biológico de los gemelos, confesando que lo había envenenado años atrás para quedarse con toda la familia. «Se fue uno, solo quedan tres», dijo con sarcasmo. La traición fue tan profunda que Fabiana tuvo que sentarse para no desmayarse. Sus hijos dormían en la habitación contigua, ajenos a la brutal verdad que acababa de estallar en la sala.
Y lo peor fue que todo esto llevaba años sucediendo delante de sus narices. ¿Te hace reír? Entonces no te vayas sin suscribirte. Este canal necesita tu apoyo para seguir contando verdades como esta. A Fabiana le llevó horas procesarlo todo. Pasó de la incredulidad al llanto, del llanto a la rabia, y de la rabia a una determinación que nunca antes había sentido.
No podía permitir que ese hombre permaneciera libre, fingiendo ser un padre y esposo amoroso mientras ocultaba tantos crímenes. “¿Y qué planeas hacer ahora?”, preguntó entre lágrimas. Violeta le mostró un cuaderno lleno de notas, fechas, nombres de cómplices y detalles de cada paso que había dado para orquestar el engaño de la muerte.
Tengo todo lo necesario para atraparlo. Solo te queda decidir si quieres hacerlo. En ese momento, Fabiana supo que no había vuelta atrás. Aun con el corazón roto, accedió. Desenmascarémoslo, mamá. Por mis hijos, por mi padre. Y por mí. Violeta asintió, y juntas empezaron a trabajar en un plan que parecía sacado de una película.
Le hacían creer a Moisés que los muertos habían regresado, no como una fantasía, sino como una aparición real, como una maldición que lo desmoronaría por dentro. El primer paso fue prepararse para el regreso. Durante semanas, Fabiana y los niños recibieron entrenamiento secreto de un grupo de actores y expertos en efectos especiales que Violeta conocía de sus años en el teatro comunitario.
Practicaron movimientos, voces y apariciones repentinas. Los gemelos, al principio asustados, pronto empezaron a disfrutar del juego, sintiéndolo como una misión de justicia. «Somos buenos fantasmas», rió Mateo. Luego, con la ayuda de contactos policiales —viejos amigos de la infancia de Violeta—, instalaron cámaras ocultas en la casa de Moisés.
Era hora de empezar el espectáculo. Una noche, apenas 40 días después del supuesto funeral, Moisés empezó a recibir mensajes anónimos con fotos de Fabiana frente al pastel de cumpleaños con la fecha impresa. Luego recibió llamadas con voces distorsionadas. ¿El veneno parecía suficiente o necesitaba más? El hombre parecía nervioso, pero aún no había perdido el control.
Eso cambió cuando encontró pequeñas huellas de barro en la sala. Luego, los juguetes que había tirado tras la muerte de los niños reaparecieron en su cama. Moses empezó a deteriorarse. Al principio, intentó convencerse de que todo era una broma pesada, tal vez alguien buscando venganza o jugando con su culpa. Pero con el paso de los días, los sucesos se hicieron más frecuentes y más inquietantes.
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