“Mamá, vi a papá poner algo en tu té…” – la confesión de una niña de cuatro años que lo cambió todo

Mi corazón latía con fuerza. Ya sabía que no era una alucinación.

Durante días reuní valor. Finalmente, decidí actuar. Una mañana, después de que Péter saliera, vertí con cuidado un poco del té en una pequeña botella.

—¿Por qué lo haces, mamá? —preguntó Luca, confundida.
—Solo… por curiosidad. No te preocupes, tesoro —acaricié su cabeza, mientras la miedo me desgarraba por dentro.

Llevé la botella a un médico conocido, que podía realizar un análisis de laboratorio. Unos días después sonó el teléfono.

—Andrea —dijo la voz seria al otro lado—, ¿sabes qué había en la muestra? Un potente somnífero.

Mis manos temblaron. Un somnífero. De repente, todo tenía sentido: el cansancio constante, los sueños repentinos, la irritabilidad. No era estrés… Péter me estaba envenenando deliberadamente.

Parte 3

Pero ¿por qué? Esa era la pregunta más urgente. ¿Por qué quería que estuviera siempre en un estado de semi-sueño?

Unos días después tuve la respuesta. Una noche, fingí estar abrumada por el sueño en el sofá. Escuché a Péter susurrar por teléfono:

—Te extraño… ¿Vas a venir también esta noche? Andrea ya duerme, no habrá problemas…

El corazón se me encogió. Estaba hablando con otra mujer. Su voz estaba llena de dulzura, una dulzura que no escuchaba desde hacía años.

Y esa noche sucedió lo peor. Yo estaba recostada en el sofá, ojos cerrados, pero todos los sentidos alerta. La puerta se abrió y Péter hizo entrar a esa otra mujer en nuestra casa. Reían, susurraban, mientras yo yacía allí, como si no existiera.

Entonces comprendí todo. Péter no me había dado el somnífero porque pensara que estaba enferma, sino para no interferir con su doble vida.

Las palabras de Luca me salvaron:
—Mamá, vi que papá le puso algo a tu té…

Si no fuera por ella, tal vez nunca habría descubierto lo que sucedía a mis espaldas.

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