Me desperté a medianoche para ir al baño y, sin querer, escuché la aterradora conversación de mis tres nueras. A la mañana siguiente, recogí mis cosas y me fui de casa a vivir con mi hija…

A menudo me digo:

“La vida no tiene por qué ser ruidosa. La paz sola basta”.

Pero esa paz se rompió repentinamente un domingo por la mañana…

Estaba regando una planta cuando oí un coche detenerse frente a la puerta.

Una voz familiar dijo, temblorosa:

“Mamá… ¿Qué tal, Liza?”.

Me sorprendí. No lo había visto en tres años.

Yo

 

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