Me divorcié de mi esposa después de 7 años, y al visitar una vez a mi ex suegra, quedé devastado cuando descubrí el terrible secreto que había estado ocultando todo este tiempo…

Mariana y yo llevábamos siete años casados. Fue una época llena de risas y lágrimas.
Cuando nos enamoramos, creímos que nuestro amor duraría para siempre, pero la vida no siempre sigue el camino que imaginas.

El trabajo me absorbió, la distancia entre nosotros aumentó y, tras varios intentos fallidos de reconciliación, decidimos soltarnos.

El día del divorcio, Mariana solo me dijo en voz baja:

“No te sientas culpable, quizá ya no compartimos el mismo ritmo”.

Guardé silencio, pero luego me fui. No hubo discusiones ni reproches, solo un final tranquilo. Siempre pensé que, con el tiempo, ambos tendríamos una nueva vida y que, quién sabe, algún día podríamos reencontrarnos y sonreír como dos viejos amigos.

Pero las cosas no salieron como las imaginaba.

Un año después del divorcio, el trabajo me llevó de vuelta a la ciudad donde vivía Doña Carmen, mi exsuegra.

Recordando cuánto me había querido como a un hijo, decidí visitarla.

 

 

 

 

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