“Mi hermana le tiró un plato a mi hijo de 3 años; entonces mi madre dijo algo que me hizo revelar el secreto familiar que han guardado durante años…”
—Me enviaste esta carta —dije—. Me dijiste que no volviera jamás. Dijiste que había deshonrado a la familia por tener una hija sin estar casada.
La expresión de mi madre no cambió, pero su mano tembló ligeramente.
Continué. —Lo que no sabías es que, antes de morir, la abuela Evelyn me dio algo. Me dijo: «Cuando te traten con crueldad, muéstrales la verdad».
Abrí el sobre y deslicé un documento legal doblado sobre la mesa. Caroline se inclinó hacia delante, entrecerrando los ojos. —¿Qué es eso?
—El testamento de la abuela —dije—. El auténtico. La versión que redactó después de que tú y mamá la convencieran de «actualizarlo» por motivos fiscales.
Mi madre palideció. —Es imposible —susurró.
—Oh, es muy posible. Me dejó todo lo que tenía: su casa, sus ahorros, sus acciones. Todo. ¿Vosotros dos? Os excluí por completo. Me mentisteis, me dijisteis que no había dejado nada, que vendisteis su casa para pagar deudas. Os creí, hasta que encontré esta copia en el despacho de su abogado el mes pasado.
La habitación quedó en completo silencio. Mi padre parecía atónito. Caroline abrió y cerró la boca sin emitir sonido alguno.
Me incliné hacia adelante, con voz tranquila pero gélida. «Así que cuando te burlaste de mí, cuando llamaste a mi hija un error, cuando te reíste de mi pequeño apartamento, recuerda que el techo sobre tu cabeza se compró con el dinero de mi abuela. El dinero que me robaste».
El rostro de Caroline se contrajo. «No puedes probar…»
«Ya lo hice», dije, sacando otro sobre. «La carta del abogado que confirma la investigación por fraude. Pronto tendrán noticias suyas».
El tenedor de mi madre cayó al suelo con un ruido sordo. Palideció.
Parte 3
Durante un largo rato, nadie habló. El único sonido eran los suaves y entrecortados sollozos de Emma mientras se aferraba con fuerza a mi brazo.
Por fin, Caroline rompió el silencio. «Tú…»