
Mi suegra de 50 años seguía sintiéndose atraída por hombres más jóvenes. Una semana después de la boda, no salían de la habitación. Entré de repente y me quedé atónita al ver…
En cuanto a mí, desde el día de la boda de mi suegra, sentí una extraña inquietud que no podría describir. Después de la boda, mi suegra y el “tío Hugo” se mudaron a su habitación.
Curiosamente, durante una semana entera, ninguno de los dos salió de la habitación. En cada comida, tenía que llamar a la puerta, pero solo recibía una respuesta desde adentro: “Déjalo ahí, hija, me lo como luego”. Empecé a preocuparme.
Al principio, pensé que estaba avergonzada y no quería salir por miedo a los rumores. Pero al octavo día, cuando la casa estaba casi sin comida y su habitación seguía cerrada, decidí entrar a ver qué pasaba.
La escena que vi me impactó. La habitación estaba oscura, con las cortinas cerradas. El aire era sofocante, olía a moho, como si no se hubiera ventilado en mucho tiempo. En la cama, mi suegra estaba inconsciente, con el rostro pálido, los ojos hundidos y la boca seca.
Y Hugo, su joven esposo, no estaba en la habitación. Llamé a gritos a mi esposo. La llevamos de urgencia al hospital.
Los resultados de las pruebas mostraron que estaba agotada, gravemente deshidratada y físicamente debilitada. El médico añadió: «La familia debería prestar más atención. La paciente no ha comido ni bebido nada en muchos días; es muy peligroso». ¿Y qué pasó con Hugo? Había desaparecido sin dejar rastro. Mi esposo, temblando, tomó el teléfono de su madre y revisó sus transacciones bancarias. La cuenta de ahorros de casi 800.000 pesos se había vaciado tan solo tres días después de la boda. Todo el oro de la boda que guardaba en la caja fuerte también había desaparecido. Productos para la maternidad.
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