No pudo comunicarse con su hija, que se había casado y vivía lejos. Un padre de 70 años abrazó una caja con comida y nadó a través de las aguas de una inundación para llevar ayuda a su hija que vivía en la zona más afectada…
“No pude traerte la comida, hija… pero traje conmigo todo el amor que tengo.”
Los soldados bajaron la vieja caja de unicel que habían encontrado en la orilla del río.
Todo dentro estaba empapado, excepto el papel pegado a la tapa:
“Para mi hija Lucía.”
Lucía lo apretó contra su pecho, llorando.
“No hacía falta que vinieras, papá…”
“Si no hubiera ido, nunca sabrías cuánto te amo,” respondió él.
Días después, el periódico El Universal publicó la historia con el titular:
“El padre que cruzó el diluvio por amor.”
En pocas horas, México entero conoció su nombre.
Los vecinos, las iglesias, y hasta estudiantes universitarios se unieron para ayudarle a reconstruir su casa.
Una asociación le regaló una lancha con su nombre grabado en el costado: “Lucía I”.
Cuando un reportero le preguntó si había sentido miedo, Don Ernesto sonrió y dijo:
“Ningún río es demasiado grande para el corazón de un padre.”
Y mientras el atardecer tiñó de oro el cielo de Veracruz, el anciano levantó el marco de la foto y murmuró:
“El amor de un padre puede cruzar cualquier tormenta.”
En medio del desastre, cuando todo parece perdido, el amor sigue siendo la única corriente capaz de vencer al miedo.
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