Nos mudamos a la casa de un señor mayor y todos los días venía un perro. Un día lo seguí y me sorprendió adónde nos llevó.

—¡Vamos, mamá! —dijo Ethan—. Tenemos que ver adónde va y qué pasa. Llevaremos nuestros teléfonos y le escribiré a papá para que lo sepa. ¿Por favor?

El perro se detuvo y miró fijamente hacia adelante, y fue entonces cuando lo vi.

Había una zorra preñada, atrapada en la trampa de un cazador, que apenas se movía.

—Oh, Dios mío —susurré, corriendo hacia el zorro. Sólo con fines ilustrativos.

Tras lo que me pareció una eternidad, logré soltar la trampa. Al principio, la zorra no se movió. Simplemente se quedó allí, jadeando con dificultad.

“Tenemos que llevarla al veterinario inmediatamente, E”, dije, sacando mi teléfono para llamar a Kyle.

Cuando Kyle llegó, envolvimos con cuidado a la zorra en una manta que él trajo y la llevamos

 

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