Recordamos las falsas alarmas: el fin del mundo en 1999, una tormenta solar gigante o incluso una invasión extraterrestre. Cada vez, el mundo continuaba girando. Esto no quiere decir que todo esté bien, sino que estas historias no deben tomarse como verdad.
En resumen, las profecías antiguas tienen el encanto de una vieja novela de misterio. Despiertan curiosidad, a veces inquietud. Pero en un mundo donde las amenazas reales son muy reales –crisis climática, tensiones geopolíticas, desigualdades sociales– es mejor mantener los pies en la tierra. Y con la mente abierta.
