En una noche tormentosa en Houston, Texas, se agarró el vientre hinchado, haciendo un gesto de dolor al salir de la casa que una vez le había prometido amor y seguridad. A sus espaldas, las últimas palabras de su esposo resonaron en sus oídos: «Deshazte de él. Este bebé es una carga. Quiero mi libertad».
Siete años después, regresó, no con un hijo, sino con dos. Y traía consigo un plan cuidadosamente calculado para que el hombre que la había traicionado sintiera todo el dolor que le había causado.
Otoño de 2018. Un barrio residencial en River Oaks. Una corriente de aire silbaba en el amplio recibidor de una lujosa casa. Dentro, Madison Cole estaba sentada en silencio en el borde de un sofá de cuero, con las manos sobre el vientre, donde nacían dos vidas, frágiles y feroces. Nunca imaginó que tendría miedo de quedarse embarazada, y menos por su propio marido. Ethan, el hombre al que una vez le confió todos sus asuntos, había cambiado. Ahora, exitoso e influyente en el mundo tecnológico, se había vuelto distante, arrogante y emocionalmente cruel. Últimamente, no volvía a casa. Y cuando lo hacía, apenas hablaba.
Una noche, durante la cena, dejó el whisky y dijo con frialdad:
“Interrumpe el embarazo. No puedo quedarme estancado ahora mismo. Hay demasiado en juego”.
Madison lo miró atónita.
Entendió lo que quería decir: Natalie, hija de un prominente senador de Texas, era conocida por encontrar solteros prometedores con visión para los negocios y potencial político. Y Ethan… nunca había ocultado su ambición. “¡Estás loco, Ethan! ¡Es tu hijo!”
Él no se inmutó. “Es un obstáculo. Si te lo quedas, no esperes que lo haga yo”.
Esa noche, Madison tomó su decisión.
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