“No. La venganza se trata de ira. Aquí, se trata de claridad. Necesitaba que sintieras lo que yo sentí aquella noche bajo la lluvia, cuando solo me quedaban dos vidas… y nadie a quien recurrir.”
Puso dos actas de nacimiento sobre la mesa.
Nombre del padre: en blanco.
“Mis hijos no necesitan un padre. Necesitan un futuro. Y yo soy suficiente para ellos.”
Se levantó y se fue sin mirar atrás.
En una hermosa mañana de Houston, Caleb y Micah paseaban en bicicleta por el parque. Madison estaba sentada en un banco, con un café en la mano y el rostro sereno.
Había construido su vida no desde la amargura, sino con un propósito claro.
Su fuerza no residía en lo que había dejado atrás.
Residía en quién se había convertido.