Este fenómeno es más pronunciado con los huevos viejos, aunque los frescos no son completamente inmunes. Para evitar esta decoloración, simplemente siga unos sencillos pasos. Comience por hervir los huevos, apague el fuego y déjelos reposar en el agua caliente de 9 a 12 minutos, dependiendo de su tamaño.
Luego, enfríelas inmediatamente en agua fría o helada; esto detiene la cocción al instante y limita las reacciones químicas. ¿El resultado? Una yema de huevo perfectamente amarilla, tierna y sabrosa, sin bordes indeseados.
La frescura del huevo también es crucial. Cuanto más viejo sea, más probable es que forme un anillo verdoso. Un truco sencillo para comprobar su frescura es sumergirlo en un vaso de agua: si se queda en el fondo, está fresco. Si flota, es mejor usarlo para otras preparaciones o desecharlo.
Aunque el anillo verde es inofensivo, suele dar una impresión desagradable. Especialmente cuando se usan huevos duros en ensaladas o platos donde la presentación es clave, es importante que sean visualmente atractivos. Un huevo bien cocido es firme, de color uniforme y refleja frescura.