Solo intentaba calmar a su bebé que lloraba, hasta que la azafata se pasó de la raya. Lo que sucedió después conmocionó a todos a bordo.

Barbara se enderezó a la defensiva. “Estaba molestando a todos con ese bebé. Yo intentaba restablecer el orden…”

“Abofeteó a una madre que sostenía a su hijo”, interrumpió Jonathan, con un tono tan brusco que hizo estremecer a varios pasajeros. “Eso no es orden. Es abuso. Y es completamente inaceptable”.

Por primera vez, algunos pasajeros alzaron la voz, asintiendo. “Sí, todos lo vimos”. “Eso estuvo fuera de lugar”. “Se pasó de la raya”. Sin embargo, nadie se había atrevido a decir nada hasta que Jonathan la confrontó.

El rostro de Barbara enrojeció. “Señor, no necesito darle explicaciones. Este es mi avión…”

Jonathan arqueó una ceja. “No. Este no es su avión”. Este es un vuelo público operado por una aerolínea cuya reputación quedará arruinada si se sabe algo al respecto. Y créeme, así será. Me aseguraré de ello.

Se volvió hacia Angela. “Tú y tu hijo merecen algo mejor que esto. No te preocupes, yo me encargo”.

Sacó su teléfono y Jonathan exigió los nombres del capitán y del gerente de operaciones de la aerolínea. Barbara farfulló: “No puedes…”, pero Jonathan ya estaba grabando las declaraciones de los pasajeros, varios de los cuales confirmaron con entusiasmo lo sucedido. Le entregó a Angela su tarjeta de visita. “Tendrás mi asistencia legal”.

 

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