Su esposa lo abandonó a él y a sus cinco hijos; 10 años después, ella regresa y se sorprende al ver lo que ha hecho.

“¿Dónde está mamá?”, preguntó Lily, la mayor.

James abrió los brazos. “Vengan todos”.

Esa noche comenzó una nueva vida que no había pedido.

Un padre solo
Los primeros años casi lo destrozaron. James dejó su trabajo como profesor y empezó a trabajar de repartidor en el turno de noche. Pasaba los días cocinando, limpiando, cuidando fiebres y trenzando cabellos. Había noches en las que el agotamiento lo dejaba sollozando en silencio sobre el fregadero.

Pero perseveró.

Poco a poco, fue adquiriendo un ritmo. Aprendió a tener paciencia, a gestionar un presupuesto y a amar sin límites.

Diez años después
James estaba de pie frente a su casa iluminada por el sol, con la barba entrecana, y una camiseta de dinosaurios que los gemelos adoraban. A su alrededor, cinco niños vibrantes reían entre dientes.

Lily, de 16 años, inteligente y franca.

Zoe, de 14 años, una artista con las manos manchadas de pintura.

Mason y Mia, los gemelos de 10 años, inseparables.

Emma, ​​de solo 6 años, radiante.

Estaban a punto de salir de excursión cuando un elegante coche negro se detuvo en la entrada.

Sarah salió, impecablemente estilizada, intacta por la década. Los niños se quedaron paralizados. Solo Lily la reconoció, a duras penas.

“¿Mamá?”, murmuró.

Sarah se quitó las gafas, temblando. “Hola… niños. Hola, James”.

James, instintivamente, protegió a los niños. Emma frunció el ceño. “Papá, ¿quién es?”.

La atrajo hacia sí. “Alguien del pasado”.

 

 

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