Isla se quedó allí sentada, paralizada, con lágrimas corriendo por su rostro. Nunca imaginó que su generosidad sería recompensada de esta manera: no en dólares, sino con un profundo y poderoso significado.
De vuelta en casa de Brian, unos días después llegó una carta formal del abogado de Margaret. Era breve:
No estás incluida en el testamento de Margaret Walker.
Brian la miró fijamente, con la boca seca. Lisa preguntó: “¿Qué dice?”.
Él le entregó la carta en silencio.
Ella la leyó. Luego la dejó caer como si estuviera en llamas.
Semanas después, Isla estaba sentada en un café soleado de Santorini, con una taza de café griego en la mano, mientras el mar azul brillaba tras los acantilados.
Sonrió.
No solo por la vista, sino por Margaret, a quien una vez echaron de su casa con solo dos maletas…
…y dejó atrás mucho más de lo que nadie podría haber imaginado.
Gracias a todos los que leen esto.