Un exenfermero, Thomas Avery, quien había sido transferido a otro hospital un año antes, fue contratado tras la aparición de inconsistencias en los registros de acceso. Sus huellas estaban en múltiples viales de material biológico preservado, incluyendo las de Aaron.
Thomas había trabajado en un ensayo clínico que exploraba la viabilidad de las células madre y la preservación de la fertilidad en pacientes con traumatismos. Había recolectado y almacenado discretamente material reproductivo para lo que él llamaba “preservación científica”. Cuando se recortaron los fondos, siguió trabajando, sin registrarlo.
El Descifrado
Las pruebas eran contundentes. Rastros de ADN, muestras mal etiquetadas, registros de refrigeración alterados, todo apuntaba a una única y escalofriante conclusión: Thomas había realizado procedimientos no autorizados a las enfermeras sin su conocimiento, utilizando el material genético de Aaron.
Cuando los investigadores lo confrontaron, Thomas se derrumbó. “No pretendía que esto llegara tan lejos”, sollozó. “Quería demostrar que seguía aquí de alguna manera, que había una chispa. Solo necesitaba una señal”.
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