Todas las noches, mi marido sale y entra en la habitación de mi hija. Sospeché y puse una cámara. Lo que vi me dejó temblando de miedo…

Me enojé y le pregunté:

«¿Por qué duermes ahí?».

Él respondió con calma:

«La niña estaba llorando, la consolé y se durmió».

Parecía lógico, pero una extraña sospecha seguía rondando mi cabeza, como la cálida brisa de una noche de verano en el calor de México.

Tenía miedo.

No solo mi esposo había roto mi confianza, sino algo mucho peor: algo en lo que ninguna madre quiere pensar.

Decidí colocar una pequeña cámara en un rincón de la habitación de Xime.

Le mentí a Ricardo, diciéndole que tenía que pasar por un control de seguridad, pero en realidad, solo lo estaba vigilando.

Esa noche, abrí mi celular para ver el video.

Alrededor de las dos de la mañana, Xian se levantó y… ¡En realidad, ya había empezado a guardar la grabación!

Se quedó de pie con los ojos cerrados, el rostro inexpresivo.

Caminó por la habitación, golpeando suavemente su cabeza contra la pared, y luego se quedó allí parado.

Me quedé paralizada.

Después de unos minutos, la puerta se abrió.

Ricardo entró, sin prisa, sin miedo, simplemente la abrazó lentamente, susurrándole algo que la cámara no pudo captar.

Xime se calmó poco a poco, se acostó en la cama y durmió plácidamente como si nada hubiera pasado.

No pude dormir en toda la noche.

A la mañana siguiente, llevé el video al hospital de la ciudad para mostrárselo al pediatra.

Cuando lo vi, el doctor me miró y dijo:

“Su hijo sufre de sonambulismo; este es un tipo de trastorno del sueño que se presenta en niños con traumas psicológicos o miedos subconscientes profundos”.

Luego preguntó:

“Cuando era pequeño, ¿alguna vez estuvo mucho tiempo separado de su madre?”.

Me quedé atónita

 

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