Un auxiliar de vuelo golpeó a una madre negra que acunaba a su bebé. La cabina estalló en aplausos hasta que una voz tranquila y autoritaria resonó por el intercomunicador, presentándose como su esposo y director ejecutivo de la aerolínea.
Zoe se quedó callada, agarrando el dedo de su madre. Kesha le murmuró: Casi es la hora.
Dos alguaciles vestidos de civil se adelantaron. “Señora, por favor, obedezca”.
“Necesito cinco minutos más”, dijo en voz baja.
“No necesita nada”, dijo el capitán. “Seguridad está embarcando”.
Los teléfonos grabaron cada ángulo. La transmisión en vivo alcanzó los treinta mil. #Vuelo847 se volvió tendencia.
Mientras los oficiales de tierra entraban, Kesha permaneció sentada, con la mirada tranquila y la voz baja. “Tres minutos”, murmuró, presionando un contacto en su teléfono.
La llamada pasó al altavoz.
“Hola, cariño”, dijo Kesha con suavidad. “Tengo problemas con tu aerolínea”.
La cabina se paralizó al oír la voz que respondió: Marcus Thompson, director ejecutivo de Skylink Airways.
“¿Qué avión?”, preguntó. “Me encargaré de esto personalmente.”
El tono de Kesha se mantuvo mesurado. “Vuelo 847, primera clase. La tripulación está siendo creativa con su servicio.”
Exclamaciones de asombro recorrieron la cabina. Los pasajeros que grababan se dieron cuenta de repente de lo que estaban filmando.
La voz de Marcus se endureció. “Capitán Williams, Sra. Mitchell, aléjense de mi esposa inmediatamente.”
La cabina quedó en silencio, salvo por el suave arrullo de Zoe. Los teléfonos captaron cada reacción: el rostro de Mitchell palideciendo, Williams rígido y pálido.
La transmisión en vivo superó los cuarenta y cinco mil. Los comentarios se desplazaron: Giro inesperado. Es la esposa del director ejecutivo.
Marcus continuó, con voz de acero. “Revisaré esto personalmente. Y quiero decir personalmente.”
Kesha meció a Zoe suavemente. “Dos minutos para la salida, cariño.”
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