Un hombre pobre necesita 400.000 pesos para salvar a su padre, así que acepta casarse con una mujer de 70 años. Diez días después, descubre un secreto impactante, pero ya es demasiado tarde…

Ramón guardó silencio, con lágrimas que recorrían la fotografía.

Comprendió que el amor y el odio a veces están a un suspiro de distancia,

y que el perdón —incluso cuando es demasiado tarde— sigue siendo la única forma de traer paz al corazón.

Desde entonces, cada año, en el aniversario de la muerte de Rosario, Ramón ha ido al cementerio de Laguna con un ramo de crisantemos blancos.

Rezó en voz baja:

«Gracias.

Porque gracias a ti he aprendido que no hay dolor demasiado grande como para no poder dejarlo ir».

La brisa de la tarde soplaba, el aroma del incienso persistía, como una despedida final a romances inconclusos y a dos almas que partieron con amor y resentimiento.

 

 

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